“Caminar por sus pasillos y jardines nos lleva a realizar un ejercicio de imaginación, pensar cómo vivían los monjes entre sus muros.”
Enclavado en la parte sur poniente del Distrito Federal, el Parque Nacional del Desierto de los Leones, con sus más de 1 800 hectáreas, nos ofrece una aventura diferente. Entre la emoción, el contacto con la naturaleza y una vuelta al pasado.
Caminar una mañana entre pinos, encinos, fresnos; árboles centenarios,
desfile interminable de matices de verde, disfrutar el olor de la naturaleza, ese inconfundible olor de la naturaleza despertando, en sus hojas se mece el reflejo del sol. Caminar por un bosque de clima frío, hogar de más de 100 especies diferentes de aves y de más de 30 especies de mamíferos, como zorros, coyotes, mapaches, conejos, tlacuaches, ardillas, venados, murciélagos, etc.
Casi al centro del parque se encuentra el ex convento de la orden de los Carmelitas Descalzos. Una construcción que data del siglo XVI, aunque fue reconstruido en 1705 después de que un terremoto casi lo destruyera.
Caminar por sus pasillos y jardines nos lleva a realizar un ejercicio de imaginación, pensar cómo vivían los monjes entre sus muros. Los pasillos estrechos y húmedos, hay un eco que te va acompañando durante todo el recorrido, corrientes de aire que de vez en cuando asemejan susurros, en tu imaginación se escuchan palabras, quizá rezos, las sombras juegan y de reojo puedes distinguir siluetas que se mueven.
El voto de silencio de la orden hacía de este un lugar místico.
Encima de las ruinas del monasterio se construyó algo nuevo, se realizó una muralla llamada “de la excomunión” que impedía el paso cualquier persona ajena a los monjes, especialmente a las mujeres. Haciendo que la vida utópica de su interior fuera más fácil de llevar, se decía que ni siquiera podían hablarse entre ellos mismos.
Toda esa magia aún la puedes sentir al caminar por este lugar que alguna vez fue un monasterio.
Si eres afecto a las emociones fuertes te invito a visitar el sótano del monasterio, conocido como el “Laberinto oscuro”, este lugar ha sido usado como almacén de agua, calabozo,bodega de alimentos y hasta como cementerio. Cuentan los guardabosques que de este lugar, al atardecer, se pueden escuchar los rezos, e incluso, lamentos por la extraña energía
que guarda este lugar.Alrededor del convento se encuentran las ermitas donde los monjes hacían sus retiros espirituales. Varias de estas construcciones siguen en pie y es posible ver que en estas pequeñas construcciones tenían lo indispensable para que los monjes pudieran subsistir durante sus retiros.
En 1917, Venustiano Carranza declaró a la zona del Desierto de los Leones como una reserva ecológica y forestal y le dio el título de Parque Nacional.
Para cerrar tu visita, te recomendamos, comer en el restaurant “Los Monjes” ubicado dentro del ex convento, en este lugar se combina la buena cocina con la decoración y el ambiente que se vive en esta arquitectónica obra de arte. El pan preparado en sus hornos y el café, especialmente seleccionado, es el condimento perfecto para la sobremesa.
Escápate un día y recorre este rincón de la naturaleza y la historia ubicado a unos cuantos kilómetros de la Ciudad de México.